ABORÍGENES DE AUSTRALIA. Cultura austral II
     

Biame, el Gran Dios Espíritu y otros dioses creadores

Dentro de los mitos de creación, puede que el más extendido entre los pueblos nativos australianos sea el de el dios Baiame, también conocido bajo los nombres de Balame, Byamee o Biame, que procede del vocablo biai, «hacer». Este dios ancestral es conocido como «El más Grande» o «El Creador» y es el responsable de haber creado por primera vez la Tierra.

Uno de estos relatos sobre Biame resulta tener cierto contenido moral, además de justificar la necesidad de que todos los seres de la Tierra permanezcan unidos, siendo todos iguales. Este relato, nos cuenta que Biame estableció tres tribus diferentes de seres vivos para poblar la Tierra. En primer lugar creó la tribu de los animales y habitantes del suelo; en este grupo encontramos seres de tamaños y formas diversas, desde los reptiles que se arrastran por el suelo, hasta los canguros y los koalas. En segundo lugar, creó a la tribu de los pájaros, integrada por curiosas aves de todas las dimensión y colores. En último lugar, dió vida la tribu de los peces que poblaron los ríos, los lagos, las charcas y los amplios mares. En medio de estas tribus vivía una extraña criatura, llamada platypus que compartía cualidades con cada una de esos grupos; así, tenía piel como los animales, ponía huevos como los pájaros y nadaba como los peces. Este ser tenía amistad con las tres tribus, que pronto sintieron una gran admiración y respeto por él. Según cuenta la leyenda, un desafortunado día las tribus empezaron a discutir sobre cuál de ellas era la mejor. La discusión se volvió tan enérgica, que la lucha estalló y los grupos se separaron. Cada una de las tres tribus invitó a platypus a que se uniera a ella; primero la de los animales, con el gran canguro Bagaray a la cabeza, después la de los pájaros liderada por Buntil, el gran águila y finalmente los peces, con Goodoo al frente. Platypus agradeció a todos su interés y tras meditar unos instantes, respondió: «Animales, me gustaría unirme a vosotros, ya que tengo fur como vosotros; pájaros, pongo huevos como vosotros y como gusanos y me gustaría unirme a vuestra tribu; peces, nado con vosotros diariamente y somos grandes amigos. Es una decisión muy difícil, pero he considerado que no me uniré a ninguna como tribus separadas; sin embargo me uniré a todos vosotros como parte que sois de mí, del mismo modo que yo soy parte de todos vosotros, por lo tanto ningún grupo o tribu es mejor que otra, ni yo tampoco. Cada uno de vosotros sois especiales y únicos en vuestra existencia». Como hemos indicado al comienzo del relato, esta leyenda tiene un contenido moral muy importante en la vida aborigen australiana: todos los seres de la Tierra son iguales y deben permanecer unidos.

 

Otra leyenda de Baiame, nos cuenta como el dios después de crear la Tierra, creó al primer hombre y a la primera mujer a partir del barro y el polvo. Según cuenta este relato legendario, antes de desaparecer, el dios indicó a la pareja, aquellas plantas que podían comer, advirtiéndoles que tenían prohibido comer animales y les dejó en un lugar muy bueno. La lluvia y el sol daban vida a las plantas, cuyo fruto servía de alimento a esta pareja y a su creciente prole. Pero un día la lluvia cesó y, por vez primera, en la Tierra se supo lo que era el hambre. En un momento de desesperación, el hombre se atrevió a matar a un animal, un canguro, que compartió con su hambrienta esposa. La pareja ofreció parte del novedoso sustento a un amigo enfermo y debilitado por la falta de alimento. Sin embargo, el hombre rechazó la oferta y, advirtiéndoles de su error, se marchó. Por su parte, la pareja continuó con su festín, tras lo cual siguieron las huellas tambaleantes de su pobre amigo. Le encontraron a los pies de un eucalipto al otro lado de un río de fuerte corriente. Desde la otra orilla la pareja, contemplaba a su amigo y, cuando estaba a punto de marcharse, quedó estupefacta y aterrorizada ante la visión de una figura negra, mitad humana, mitad bestia, que saltando de las ramas de aquel árbol, se abalanzó sobre el cuerpo de su inmóvil amigo. Aterrorizados el hombre y su esposa, vieron como aquella figura horrible, se llevaba a su amigo y desaparecía. De repente, una gran humareda salió del árbol, tras lo cual se escuchó un ruido desgarrador, como si el árbol se rompiese sólo y sus raíces se despegaran de la tierra. El árbol se levantó y se alejó de la pareja volando hacia el sur. Así es como, según la mitología de los aborígenes australianos, por primera vez en la Tierra, la muerte llegó a un hombre. Un ser humano había perdido la vida a manos de una criatura llamada Yowee que es el Espíritu de la Muerte. En este relato vuelve a ser interesante el matiz moral de su contenido, ya que la primera vez que muere un ser humano, puede ser vista como un castigo por haber matado un animal, incumpliendo las normas establecidas por el creador. Ciertamente es un final triste, porque el mundo ideado por Baiame se ve repentinamente truncado por la ruptura del equilibrio inicial y se abre camino una nueva creación.

Además del dios Baiame, dada la gran diversidad de tribus que encontramos en la cultura aborigen australiana, podemos hallar una importante lista de divinidades ancestrales vinculadas con la creación y ordenación del mundo. Incluso puede ocurrir que tantos nombres diferentes aludan al mismo ser superior que creó el Mundo. Entre algunas tribus de Australia Central, por ejemplo, Altjira es considerado el padre del cielo y el dios del «Tiempo del Sueño», que creó la Tierra, retirándose después a lo más alto del cielo, donde aún permanece. Por otro lado, los bagadjimbiri son dos hermanos a los que los karadjeri del noroeste de Australia, atribuyen la creación del mundo, indicando que con anterioridad al ascenso de ellos desde el suelo, no había nada. Para las tribus de los kulin y los wurunjerri de Australia, Bunjil es el dios supremo y creador y ambas tribus se refieren a él como « Padre Nuestro» e igual que sucede en el resto de mitos, después de terminar su tarea en la Tierra, marchó al cielo. En Australia Central, los aranda creen que Mangar-kunjer-kunja, es el dios creador; se trataba de un dios lagarto que encontró seres primigenios sin desarrollar, a los que separó y con su cuchillo les abrió los orificios para los ojos, la nariz, la boca y los oídos y además les mostró el fuego, el cuchillo, el boomerang y el matrimonio. Waramurungundi es considerada por los gunwinggu como la primera mujer, la madre de Australia que dió a luz a la Tierra, dictó las normas de todas las criaturas vivientes y enseñó al hombre a hablar.

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